Blog inspirado en un artículo del Pérez-Reverte

Blog inspirado en un artículo de Pérez-Reverte. http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/630/ni-flores-colega/

sábado, 3 de marzo de 2012

¿Código postal?...


toysrus

¿Nos estaremos volviendo gilipollas?

Me dispongo a pagar un juguete para mi hijo en la tienda de “Toys” de La Salera en Castellón.

La cola en la única caja es de kilometro, como siempre en esta tienda. Abre una caja la que enseguida veo es la encargada de la tienda. Casi en los cincuenta, mediana estatura, gafas grandes de pasta, pelo corto pintado de negro y abombado dándole una apariencia de balón de futbol.

Me coloco primero en esa caja y detrás de mí una chica joven rubia con su novio. Van a tirar el dinero con un enorme set de panes y verduras de plástico que pueden encontrar a mitad de precio en el chino. Pero bueno, seguro que lo paga al pavo.

Mi mujer me pasa una tarjeta de puntos para que la entregue. Observo que es de plástico. Desde que nació el pequeño tuvimos en esta tienda una tarjeta de papel. Compramos, durante años, multitud de juguetes. Nunca llegó ninguna comunicación sobre los puntos que acumulábamos. Al reclamar a la tienda –encontrándonos con una encargada bastante inútil- se nos dijo que por un fallo informático no había manera de saber cuántos puntos teníamos. Un “Lo siento” fue lo que obtuvimos por regalo. En fin, espero que con la tarjeta de plástico todo vaya mejor. Aunque me da absolutamente igual.

Entrego la tarjeta a la encargada y, al cogerla, lo más importante:

- ¿Código postal? – Con naturalidad, como quien recuerda una obligación del cliente.

- Pon el que quieras – Le contesto con indiferencia y cierto cansancio, como quien conoce sus derechos como cliente y asume que esto se ha convertido en un trámite más a la hora de comprar en cualquier lugar.

- Bueno, ¿no sabes tú código postal? – Me espeta.

- Sí. Pero simplemente no lo quiero dar. – Me defiendo.

- ¡Pero si lo has dado en tu tarjeta!

- Ya le he dicho que simplemente no lo quiero dar.

Se cobra. Pero en su interior le hierve la sangre y no puede resistirlo. Insiste de nuevo.

- Ya ve que le cuesta dar el código postal... – vuelve a la carga.

- A ver señora, ¿para que quiere usted el código postal?

- Para hacer una encuesta. – Contesta.

- Si quiere una encuesta, ¿por qué no se la paga usted? Usted me da puntos en la tarjeta, y yo le doy hasta mi número de teléfono. Pero ahora, si yo le hago la encuesta, ¿usted qué me da? Nada.

- Me parece que no es pedir tanto. – Vuelve a insistir, ya con desprecio como quien trata con un cascarrabias que no tiene razón. – Además, si no has dado tu dirección en tu tarjeta, nunca tendrás puntos.

Hasta ahora estaba tranquilo, pero le he de levantar un poco el tono de voz pues parece que no me entiende o no quiere entenderme.

- Oiga, que no tengo que darle nada. La tarjeta está bien. Es ahora que no quiero darle ningún dato. Además ya lo tiene en la tarjeta. Para sus estadísticas puede ver que he comprado, a través del registro de la tarjeta. Mire, está yendo muy lejos y me están entrando unas ganas de ponerle una queja.

- Haz lo que quieras. – Contesta con desprecio y descaro.

La chica rubia de los panes y verduras de plástico, que habrá estado toda la semana mejorando sus técnicas de discusión alocada tragándose todos esos programas basura de la tele, se dispone a poner en práctica lo que ha aprendido y se mete sin tapujos en la conversación.

- Oye, ¿por qué no le das el código postal? Desde luego… - Me suelta algo así. No lo oigo bien porque se me está hinchando la vena.

Me giro, y ya rojo de ira, le digo – ¡Y a ti que te importa todo esto!

- Pues que te estás poniendo un poco “bordecito”. – Y se queda tan tranquila la niña.

La encargada y la niña se miran con complicidad. Yo resoplo y cuento hasta tres. Miro a mi mujer y mi hijo. Pienso en que hemos salido los tres a disfrutar juntos un tiempo, escaso, después de trabajar duro toda la semana, para ver si, entre todos, sacamos este país adelante.

- Eh, adiós – cierro el tema y nos vamos.

Mientras salgo de la tienda, pienso que este es un país de paletos.

Pienso en los países del resto del mundo en los que he vivido y viajado y en cómo se hubiera desarrollado esta situación. Si alguien me hubiera pedido algún “dato personal”, como el código postal, y yo no se lo hubiera dado, hubiera entendido que estoy en mi derecho. No me hubiera montado un pitote. Y, desde luego, ninguna niñata se hubiera metido en un asunto que no es el suyo a menos que no hubiera estado viendo debates basura toda la semana. En América, no lo hubiera hecho por temor a una denuncia a la tienda o a que le sacaran una pistola a la rubia por eso. En el resto de Europa, por pura educación.

Pienso en la incultura, el analfabetismo mental de este país, pienso en si tiene solución. Pienso en cuantos años se tardaría en solucionar esto a partir de una adecuada educación en la escuela y en casa. Pienso en la educación que la encargada y la niña de los panes de plástico pueden dar a sus hijos.

Pienso en como tuve que “corromper” ligeramente a mi hijo para que no se lo comieran vivo en la escuela.

Pienso en si los políticos corruptos e inútiles tienen algo de culpa, y en si pueden hacer algo. Pienso en si los intelectuales están dormidos o acomodados en este país, o no tienen fuerza para denunciar toda esta mierda.

Finalmente pienso en si es algo arraigado en nuestra cultura que no tiene solución.

Seguiré publicando casos de gilipollismo nacional. El día en que deje de publicarlos, quizás ya no viva en este país de paletos.

La gente no sabe cuáles son sus derechos, ni los quiere saber, ni hacer valer. En cualquier país occidental, si preguntan el código postal, la respuesta será “para qué lo quieres”, o “no es cosa tuya”, o “perplejidad” por la intromisión.

En España, alguien como yo que intenta comprar tranquilo y defender sus derechos de una forma razonada, recibe el desprecio de una vendedora y el insulto de otro cliente.

En verdad, nos estamos volviendo gilipollas.

1 comentario:

  1. Haz como ya, cada día das un código diferente, así evitas más tonterías... Es como esas llamadas a ciertas horas al telefono fijo de casa, preguntando si tienes móvil, adsl o similar...muchas veces les digo: y a usted que le importa? a lo que contestan...Oiga, que sólo hago mi trabajo!.- indignados. Mi respuesta: a quien le dió la orden de llamar digale de mi parte que no quiero recibir más llamadas no solicitadas o les denunciaré! Suele funcionar un par de meses, pero luego vuelven a la carga. O esas llamadas al móvil para cambiar de compañía...bufff esas si que me ponen de los nervios...suerte de esos programitas para el smartphone que rebotan las llamadas que le indicas...he llegado a contabilizar 25 en un solo dia de Vomistar...y no se cansan los tios!!! En fin...
    Lo que está claro es la cantidad de perroflauta encargado en los comercios, y más en Castellón (sin acritud) que se creen mierda y no llegan ni a pedo, con un pasotismo total como si fueran funcionarios (sin acritud tambien eh?)... Cultura y educación...tu lo has dicho!

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